Emprendedores que venden relojes que plantan árboles

One Oak diseña complementos hechos de forma responsable y por cada venta planta árboles en zonas asoladas por el fuego.

Belén Kayser | 29/11/2018

Por cada producto vendido, Guillermo y Carlos Íñiguez plantan un árbol. Con esa intención de devolver lo prestado nació su empresa de moda sostenible One Oak, que vende relojes de madera certificada, gorras y mochilas hechas con botellas de plástico recicladas. La compañía, nacida en el madrileño barrio del Carmen en Madrid y que vende por Internet, facturó 150.000 euros en 2017. El 95% de sus ventas se dan en España. “Queremos hacer marca aquí, concentrarnos en proyectos de reforestación que la gente pueda sentir suyos”, cuenta Guillermo. El año que viene intentará tener mayor presencia en Europa, que supone un 5% de su volumen de negocio actual. “Empezaremos por los países más concienciados”.

“El medio ambiente preocupa a nuestra generación [tienen 28 y 31 años]. Queríamos emprender en algo que tuviera que ver con la sostenibilidad ambiental, con impacto positivo”, dice Carlos. “Pensamos en una marca de complementos sostenibles donde el diseño juegue un papel importante, que sean de madera certificada y que a través de reforestaciones devolvamos mucha más madera de la que se utiliza”, completa Guillermo.

Empezaron a vender en 2016 relojes y gorras; este año y en vista de las previsiones —a dos meses del cierre, creen que harán 600.000 euros en ventas— dejaron sus trabajos de ingeniero y consultor, respectivamente, para centrarse en la empresa. Emplean a tres personas que hacen marketing, comunicación y diseño gráfico y tienen una red de diez autónomos para las áreas de web, audiovisual y logística. Carlos se dedica a operaciones y producto y Guillermo a ventas, marketing digital y sostenibilidad.

Su primera inyección de dinero fueron los ahorros logrados durante los primeros años de trabajo de Carlos y Guillermo Íñiguez: 35.000 euros. En 2018 han realizado una ampliación de capital y recibido un préstamo de ENISA de 70.000 euros. “Nuestro modelo de negocio despierta mucho interés entre fondos de inversión éticos y empresas que buscan ser más sostenibles”, explica Guillermo. Su objetivo es reducir hasta en un 50% su impacto ambiental como empresa.

Les gusta supervisar cada proceso en persona, incluida la reforestación, que empieza con la localización de espacios y cuidado de árboles en viveros. Hace dos semanas estuvieron en As Neves (Pontevedra), una de las zonas más castigadas por los incendios en octubre de 2017. Replantaron 1.500 fresnos y abedules —“nunca eucaliptos, siempre frondosas”, insisten— para crear un cortafuegos natural en la ribera del Miño con la ayuda de 200 voluntarios y del Concello. “Buscamos un efecto multiplicador: que gracias a tu compra se devuelve al planeta muchísima más madera de la que utilizamos y por supuesto esto sirve para luchar contra el cambio climático gracias a la compensación de carbono”, explica Carlos.

Huella de carbono

En su web publican junto a cada producto la huella de carbono. Su tienda electrónica hace 80 euros al día de cesta media. “Los proyectos de reforestación que diseñamos y ejecutamos son algo más que plantar árboles en zonas necesitadas; buscamos que los clientes se involucren en el cuidado del entorno natural y que la gente se conciencie”. Preguntados por la moda en que se está convirtiendo lo verde, insisten en que les preocupa “la ligereza” con la que se usa la palabra sostenibilidad.

“En este mundo las marcas dicen muchas cosas y no siempre se es preciso ni correcto en lo que se vende”, remarcan. Por eso, nada más nacer contrataron a la consultora de ecodiseño vasca Ik. “Les llamamos por un objetivo doble: rigor de los datos y que nos auditaran los mensajes para asegurarnos de que eran adecuados”, cuentan. Además, calculan su huella de carbono y ayudan a informar a los clientes en detalle de las consecuencias de sus compras. “Queremos un extra de coherencia, no solo compensar huella de carbono sino utilizar madera con sello FSC [siglas en inglés de Consejo de Administración Forestal] que devuelva madera respetuosa”, concluye Guillermo.

 

Fuente: El País

 

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