¿Miedo a una crisis de liquidez? Al mercado le preocupa más un ‘Crexit’ que el Brexit

Ana Palomares |25/01/2018

A finales de cada año, gestoras y bancos de inversión inundan los correos -y las agendas- de los periodistas con convocatorias sobre sus perspectivas de inversión de cara al año siguiente. En las que han elaborado para 2019, ha habido dos áreas que han despertado un gran consenso. En renta variable, ese consenso se ha visto en los mercados emergentes, ya que son pocos los que no consideran que éste pueda ser un buen año para estos denostados mercados. En renta fija no hay tantos puntos convergentes, pero sí una idea de fondo que aflora en la mayoría de informes: los sustos que puede dar la deuda corporativa en un contexto de alto endeudamiento, subidas de tipos en los mercados occidentales y desaceleración económica.

El aumento del endeudamiento en estos años, en los que financiarse ha salido gratis teniendo en cuenta la política de tipos al 0% que han llevado a cabo los bancos centrales y esos planes de estímulos monetarios que tanto han celebrado los mercados, lo recoge el Instituto Internacional de Finanzas (IIF) en su último Global Debt Monitor. «La deuda global es hoy tres veces superior a la economía global. Ha experimentado un crecimiento del 3% desde 2017, superando el 318% del PIB en el tercer trimestre de 2018», afirma el IIF en el informe.

Además, destaca el fuerte aumento que se ha producido, ya no solo en lo referente a la deuda pública sino, sobre todo, en la deuda privada que no está en manos de entidades financieras. Hoy la cifra se sitúa en 72 billones de dólares, frente a los 27 billones de hace apenas una década, cuando el estallido de la crisis financiera convirtió a los banqueros centrales en los bomberos que apagarían el fuego que habían provocado los bancos, empaquetando con vistosos colores unos préstamos hipotecarios que eran basura.

Hasta ahora, este tipo de deuda corporativa, al menos la que se emite en mercados occidentales, había tenido la demanda a su favor. Al fin y al cabo, muchos inversores decidieron en su día seguir las indicaciones implícitas de los bancos centrales que pretendían que se produjera un trasvase de activos sin riesgo, y sin rentabilidad con unos tipos al 0%, a activos con riesgo como la deuda corporativa y, por supuesto, la bolsa.

Lo explica muy claramente Jim Leavis, jefe de renta fija minorista de M&G. «Los inversores en gilts (deuda pública de Reino Unido) vendieron sus bonos de Gobierno al Banco de Inglaterra y en su lugar compraron bonos corporativos de alta calidad; de forma similar, los gestores de fondos de crédito añadieron bonos high yield a sus carteras, mientras que los inversores en high yieldbajaron un escalón, de la deuda BBB a BB».

El trasvase funcionaba y eso no hizo otra cosa que impulsar el precio de toda la deuda corporativa y, por ende, las rentabilidades que daban al inversor -por ejemplo, según los datos de Morningstar, los fondos de deuda corporativa a nivel global acumulan rentabilidades del 6% anual en los últimos cinco años-.

Pero el contexto en el que se han apoyado dichas rentabilidades -crecimiento económico, y tipos al 0%- ha cambiado y eso está elevando el riesgo y reduciendo la potencial rentabilidad que pueden conseguir este tipo de activos en un momento de normalización de tipos y, como poco, desaceleración económica sino recesión… Por no mencionar que, como explica Leavis, «aunque la Fed no esté vendiendo bonos activamente, su ausencia en el mercado como comprador es muy importante en un momento en que la oferta va a aumentar con toda seguridad (…). El principal comprador ha desaparecido».

Menos compradores

Pero no solo están desapareciendo los «principales compradores, es decir, los bancos centrales, también muchos secundarios. De hecho, según los datos que maneja Bank of America Merrill Lynch, el pasado año salieron un total de 63.000 millones de dólares de fondos de deuda corporativa, lo que le ha llevado a acuñar el término Crexit para definir estos reembolsos en bonos corporativos.

«En 2008, el tamaño del mercado de deuda corporativa era de 2,8 billones de dólares, y los bonos corporativos controlados por las manos fuertes del mercado ascendían a 260.000 millones; es decir, tenían una capacidad de respuesta ante su demanda de liquidez del 10% del mercado. En 2018, el mercado de deuda corporativa alcanzaba los 5,3 billones de dólares y los bonos corporativos en manos de dealers suponían 40.000 millones, es decir, menos del 1% del mercado.

Si los bonistas minoristas exigen liquidez inmediata puede producirse un cuello de botella que produciría un flash crash«, afirma Alex Fusté, economista jefe de Andbank.

Fuente: El economista