EmprendeRioja | 13/03/2020
En los últimos años, Israel se ha convertido en la meca del emprendimiento y la innovación. Cientos de grupos de emprendedores y encargados de formular políticas acuden cada año a conocer el milagro israelí, un país joven con un floreciente ecosistema tecnológico. Aunque se creó en circunstancias únicas, hay varias lecciones que se pueden aprender sobre el establecimiento de polos de emprendimiento e innovación.
La primera lección que otros lugares pueden aprender de Israel es que se tarda mucho en sentar las bases de un ecosistema emprendedor y un polo de innovación. Sus raíces tienen más de un siglo en Israel, un país que se creó hace sólo 71 años.
La primera piedra del Technion (Instituto Tecnológico de Israel, una universidad pública de investigación) se colocó en 1912. Sucedió en tiempos del imperio otomano y más de 35 años antes de la creación del Estado de Israel. El Technion se ha convertido en uno de los institutos tecnológicos punteros y en base esencial del llamado país de las start-ups; es reconocido por ser un innovador productor de talento en el campo de la ingeniería.
Cien años después, en el 2014, se calculó la contribución del Technion a la industria tecnológica de Israel: más de 1.600 empresas fueron fundadas o gestionadas por graduados del Technion entre 1995 y el 2014. Las empresas que aún estaban activas en el 2014 habían ganado un total de 6.400 millones de dólares. Los antiguos alumnos del Technion crearon durante ese período 95.500 puestos de trabajo.
En tiempos bíblicos, Israel solía considerarse como una “tierra de leche y miel”. Hoy en día, las start-ups y la innovación representan la nueva prosperidad de Israel, con entre 6.000 y 8.500 nuevas empresas activas (el seguimiento y el cómputo son complejos), 350 centros de I+D de compañías multinacionales y 240 fondos de capital de riesgo que invierten en start-ups locales. Con una población de 9 millones de habitantes, Israel es, junto con Corea, líder mundial en gasto en I+D (4,5% del PIB en el 2017).
¿Cómo se convirtió Israel en el ‘país de las start-ups’?
El sector tecnológico israelí se asienta sobre cimientos sólidos, entre los que cabe contar: excelentes universidades que producen cada año un talento muy valioso; inversores que alimentan las nuevas empresas con la financiación necesaria para crecer; un Gobierno que identificó a tiempo el potencial y los retos y entendió que debe compartir el riesgo con emprendedores e inversores; empresas multinacionales que forman a sus empleados y los exponen a los estándares globales de las prácticas empresariales, pero que también adquieren start-ups; y mentores y emprendedores en serie que comparten su experiencia (y sobre todo sus errores) con la siguiente generación de emprendedores.
Israel es, junto con Corea, líder mundial en gasto en I+D
Pero todo eso no ocurrió de la noche a la mañana. En realidad, la construcción del sector tecnológico israelí llevó décadas. IBM fue la primera multinacional tecnológica en establecer operaciones en Israel en 1950. En 1964, Motorola fue la primera tecnológica multinacional en abrir un centro de I+D. Ese centro de productos inalámbricos fue la primera oficina que Motorola abrió fuera de EE.UU. Luego llegaron Intel y Microsoft, y hoy día la lista de empresas multinacionales con centros de I+D en Israel incluye Facebook, Apple, Amazon y muchas compañías incluidas en la lista Fortune 500.
Los centros de I+D de las empresas multinacionales son responsables de más de un 50% del gasto israelí en I+D, y la mayor parte del dinero se utiliza para pagar los salarios. Esas empresas pagan los salarios más altos del sector tecnológico, ya que compiten por el talento local (que adquiere así una experiencia y unos conocimientos de gestión muy valiosos). Sin embargo, las compañías multinacionales desempeñan otro papel en el ecosistema de las start-ups: en muchos casos, son los socios diseñadores y los primeros clientes de las nuevas empresas israelíes que de ese modo tienen acceso a clientes globales. Además, cuentan con divisiones de capital de riesgo corporativo que invierten en start-ups locales. Por último, adquieren nuevas empresas israelíes para obtener su talento y su propiedad intelectual. La mayoría de los centros de I+D se han creado como resultado de la adquisición de nuevas empresas.
A principios de los noventa, el Gobierno de Israel desempeñó un papel importante en la formación del floreciente ecosistema. El programa de incubadoras tecnológicas supuso una innovadora solución lanzada en 1991. La idea era apoyar a los jóvenes emprendedores (la mayoría de ellos sin experiencia previa) que luchaban por conseguir la financiación necesaria para convertir sus ideas en negocios sostenibles. El Gobierno asumió la mayor parte del riesgo y proporcionó a través de la Oficina del Jefe Científico un 85% de la financiación que necesitaban las nuevas empresas para sus grandes inversiones en I+D. Ésa fue también una forma en que el país facilitó la inserción al millón de inmigrantes que llegaron a Israel desde la antigua Unión Soviética (entre ellos, muchos científicos) y que necesitaban oportunidades de trabajo.
Otra forma de apoyar los inicios de las nuevas empresas fue el programa Yozma (en hebreo, iniciativa). A través de ese programa lanzado en 1993, el Gobierno invirtió 100 millones de dólares en diez fondos de capital de riesgo y cubrió el riesgo con atractivos incentivos fiscales. El programa atrajo a inversores extranjeros a Israel y básicamente creó la primera generación de capitalistas de riesgo israelíes que fueron muy esenciales para promover el emprendimiento. Algunos de los fondos que formaron parte de Yozma siguen hoy activos.
Los dos programas, que resultaron innovadores cuando se introdujeron, fueron adoptados por otros países deseosos de construir polos de innovación y emprendimiento.
Un ecosistema de ‘start-ups’
En las décadas siguientes, el crecimiento del sector tecnológico israelí se aceleró; alcanzó un punto de inflexión en 1998, justo antes de que estallara la burbuja de las puntocom. AOL, una de las mayores empresas de internet de la época, adquirió el cliente israelí de mensajería instantánea y charlas de voz ICQ, que había sido desarrollado por la start-up Mirabilis. La adquisición por valor de 408 millones de dólares fue un hito importante en más de un sentido.
Hasta los noventa, la mayor parte del talento israelí en el ámbito de la ingeniería se empleaba en compañías de seguridad nacional y defensa. Muchas de esas empresas siguen activas y desarrollan tecnologías de vanguardia para satisfacer la necesidad de autoprotección del país. En el sector privado, la primera generación de empresas tecnológicas israelíes desarrolló sobre todo tecnologías de telecomunicaciones, soluciones de seguridad de la información (lo que hoy se denomina ciberseguridad) y hardware. ICQ supuso un cambio hacia empresas más orientadas al consumidor en campos como internet y los medios de comunicación.
Hasta los años noventa, la mayor parte del talento israelí en el ámbito de la ingeniería se empleaba en seguridad nacional y defensa
Sin embargo, el efecto Mirabilis desencadenó otra consecuencia importante, un cambio cultural. La historia de los jóvenes emprendedores que se hicieron millonarios de la noche a la mañana los convirtió en los héroes del momento. Su éxito fue una inspiración para otras personas que empezaron a creer que si unos jóvenes geek tenían éxito trabajando en un garaje, también ellos podrían tenerlo. Ése fue el momento en que nació el sueño start-up. Sirvió de catalizador para un cambio cultural. Hasta ese momento, la madre judía quería que sus hijos crecieran y fueran abogados o médicos. Hoy en día, ser desarrollador de software o emprendedor es (casi) igualmente prestigioso. Se trata de un cambio importante porque la gente siente que es un camino que puede elegir de modo legítimo, que es aceptado en términos sociales.
Y he aquí otra lección: para hacer crecer un ecosistema de emprendimiento, la gente necesita tener la noción de que es algo posible, que pueden dejar unos trabajos seguros y perseguir su sueño empresarial. Sin ese primer paso, ningún ecosistema puede vivir.
Yossi Vardi es el padre de Arik, uno de los fundadores de Mirabilis. Más tarde, se convirtió en uno de los padrinos de las start-ups israelíes; en tanto que inversor fundador en Mirabilis, tras la adquisición, comenzó a invertir en empresas en fase inicial como ángel inversor. Y ése es otro rasgo común en Israel y otros polos de innovación: la riqueza y la experiencia creadas por una start-up ayudan a alimentar una nueva generación de empresas.
Si analizamos los ecosistemas de emprendimiento y cómo evolucionan, es bastante similar a una receta de cocina. Primero, hay una lista de ingredientes necesarios. En nuestro caso, serían excelentes universidades, emprendedores ambiciosos, talento humano que trabaje en las empresas tecnológicas, inversores para varias etapas del ciclo de vida de las start-ups, un Gobierno que brinde apoyo, mentores y emprendedores en serie experimentados, etcétera. Sin esos ingredientes, ningún ecosistema estaría completo.
Ahora bien, eso no es suficiente. Al final, cada chef tiene una salsa especial que crea un sabor especial y una diferencia en el resultado final. Al construir un ecosistema de emprendimiento, la salsa especial es la cultura local y unas características únicas. He aquí algunos de los rasgos que convierten el ecosistema israelí en especial. La situación geopolítica hace que Israel sea prácticamente una economía insular. El mercado local en Israel es muy pequeño y no hay recursos naturales. El principal recurso es el talento humano. Esa limitación hace que las start-ups israelíes piensen y actúen como compañías globales desde el primer día: tienen que desarrollar productos y servicios para el mercado mundial. Las empresas que compiten en el mercado global se enfrentan a mayores retos, pero también a mayores oportunidades. No siempre es así en el caso de las start-ups que nacen en países con grandes mercados. Esa posición les facilita la penetración en el mercado cuando empiezan, puesto que conocen el mercado local, pero acaba limitando su potencial de crecimiento.
Otro rasgo que es una base crucial del ecosistema tecnológico israelí es el ejército. En Israel, hay un servicio militar obligatorio al cumplir los 18 años. Las unidades tecnológicas de élite se enfrentan a problemas complejos, y servir en una de ellas es una excelente puerta de entrada al sector tecnológico. Los soldados que sirven en la unidad tecnológica de élite obtienen una valiosa ventaja: reciben del ejército una formación basada en buenas prácticas que les permite adquirir muchos conocimientos en un período relativamente corto. Luego, obtienen una experiencia directa trabajando en problemas reales y adquieren contacto con tecnologías de vanguardia. No es de extrañar que muchas de las start-ups israelíes se basen en el conocimiento de licenciados del ejército (por ejemplo, las compañías de ciberseguridad). También es una oportunidad para que los jóvenes aprendan los conocimientos del trabajo en equipo, el proceso de desarrollo del software y otras habilidades cognitivas e interpersonales que son relevantes para la fuerza laboral. La tercera ventaja es la fuerte red de antiguos alumnos de esas unidades. No es raro ver equipos formados por empresarios que sirvieron juntos en la misma unidad, que luego crearon una start-up juntos y que más tarde contrataron a otros licenciados de esas unidades.
En Israel hay servicio militar obligatorio a los 18 años. Servir en una unidad tecnológica de élite es una excelente puerta de entrada al sector tecnológico
De muchas maneras, los antiguos alumnos de las unidades del ejército desempeñan en Israel el papel que tienen en otros lugares las organizaciones de antiguos alumnos universitarios. Es especialmente cierto en el caso de la unidad tecnológica de élite, pero no sólo en ella. Y, en términos generales, el ejército es un importante agente en la estructura del ecosistema tecnológico israelí que no existe de esa manera en la mayoría de los lugares.
El ADN emprendedor
Al intentar caracterizar al emprendedor típico, aparecen algunos rasgos compartidos por muchos emprendedores de todo el mundo. Para tener éxito, deben ser creativos y demostrar una extraordinaria capacidad para salirse de los marcos habituales de pensamiento. Es importante recordar que lo más probable es que una start-up no tenga éxito. Según un estudio del 2015, sólo un 6% de las nuevas empresas activas tenían éxito y sólo la mitad de las empresas conseguían un valor mayor que el total de lo invertido en ellas. Según el Centro de Investigaciones IVC, entre el 2012 y el 2017 cerraron 3.307 start-ups israelíes. En otras palabras, lo más probable es que un emprendedor no tenga éxito y cierre la compañía. A pesar de ello, son miles los emprendedores que eligen dicho camino. Eso significa que los emprendedores deben ser muy optimistas y resilientes. Es un negocio para personas valientes capaces de enfrentarse a semejante presión. Además, los emprendedores deben ser flexibles y persistentes a la vez. Van a encontrarse con una multitud de negativas (de los clientes, de los inversores), pero tendrán que levantarse al día siguiente e intentarlo de nuevo. Con todo, deben mantener la mente abierta y no enamorarse de su idea. A veces lo correcto es cambiar de rumbo y explorar una nueva dirección.
Hay algunas características que son más típicas de los emprendedores israelíes. Podrían formar parte de la salsa secreta israelí y las razones de su éxito. Está la noción de chutzpah, una palabra que probablemente sólo exista en hebreo y que significa hacer de modo desvergonzado cosas que uno no debería hacer. Por ejemplo, que un emprendedor decida enviar un correo electrónico al CEO de una corporación gigante. La mayoría de los emprendedores pedirían un contacto o tratarían de llegar a un ejecutivo de nivel inferior.
Otro aspecto cultural crucial en cualquier ecosistema de emprendimiento es la capacidad de aceptar los fracasos. Como ya se ha mencionado, la mayoría de los inicios fallarán. Eso significa que las personas que sufran tales fracasos necesitan tener la capacidad de levantarse de nuevo tras la caída. Si los emprendedores que cierran sus compañías fueran etiquetados como fracasados y débiles, otros no los seguirían ni correrían el riesgo de fundar nuevas empresas.
‘Chutzpah’, que en hebreo significa ‘hacer de modo desvergonzado cosas que uno no debería hacer’, podría considerarse como una característica típica de los emprendedores israelíes
Un buen ejemplo es Dov Moran, el hombre que inventó el DiscOnKey, el conocido lápiz de memoria USB. Su empresa, M-Systems, fue adquirida por SanDisk en el 2006 por 1.600 millones de dólares. Luego, Moran fundó Modu, una empresa que tenía una idea creativa para los teléfonos móviles personalizados. Sin embargo, en el 2007 Steve Jobs introdujo el iPhone, y el mercado cambió. La empresa, que había ganado 120 millones de dólares, quebró; y Google compró sus patentes. No fue ése el final para Moran. Cual ave fénix, fundó unos años más tarde Grove Ventures, un fondo de capital de riesgo que gestiona 110 millones de dólares e invierte en start-ups de alta tecnología. En tanto que veterano en el sector, Moran utiliza su experiencia y su fortuna para ayudar a la nueva generación de emprendedores. Aunque no siempre tuvo éxito, sigue siendo una figura muy respetada y apreciada en Israel. En muchos países, el fracaso es una gran vergüenza. En esas culturas, es difícil que las personas se arriesguen a fundar una start-up, lo cual constituye un obstáculo para construir un ecosistema de emprendimiento.
La escasez de talento humano y los costosos desarrolladores
Puede parecer que todo es reluciente y soleado en esa tierra de start-ups e innovación. Sin embargo, algunos desafíos se ciernen sobre el futuro. Si hay una cosa en común tanto en start-ups como en los polos de I+D en Israel, incluido Intel (el mayor empleador de tecnología con 12.000 empleados), es lo siguiente: todos ellos necesitan talento, desean contratar a más empleados cualificados de los que pueden contratar. El número de puestos vacantes en el sector tecnológico en Israel supera los 15.000, según el informe sobre capital humano publicado en el 2018 por la Autoridad de Innovación de Israel y Startup Nation Central. No hay suficientes ingenieros graduados cada año para colmar ese vacío.
Mientras tanto, como resultado de la alta demanda, los salarios de los empleados tecnológicos israelíes siguen aumentando. Desde hace años, el salario tecnológico en Israel duplica el salario medio. Eso crea una situación económica dual: por una parte, la economía de quienes trabajan en un entorno global, ganan sueldos elevados y pueden permitirse una gran calidad de vida; y, por otra, el resto de Israel. La proporción de empleados que trabaja en el sector tecnológico no ha crecido en décadas y se mantiene en torno a un 9-10%. Ese sector exclusivo está dominado por los hombres y carece de una representación femenina igualitaria; las mujeres sólo representan un tercio de los empleados en el sector tecnológico y sólo ocupan una quinta parte de los puestos básicos en I+D. El sector tecnológico tampoco está diversificado por lo que hace a la representación de las minorías (básicamente, los árabes y los ultraortodoxos). Sin embargo, eso está cambiando poco a poco. Los árabes apenas representan un 3% de los empleados tecnológicos, a pesar de ser un 20% de la población israelí. Sin embargo, hoy en día, constituyen un 18% de los estudiantes universitarios de Informática. Por lo tanto, en el futuro, su representación en el sector tecnológico también crecerá hasta alcanzar una cuota proporcional.
En el 2018, el número de puestos vacantes en el sector tecnológico israelí superaba los 15.000
La elevada demanda no es la única razón por la que el talento en Israel es tan caro. Según los ejecutivos de las empresas multinacionales, en Israel los empleados son casi tan caros como en Silicon Valley. Vivir en el país es caro; y Tel Aviv, donde viven muchos trabajadores tecnológicos, fue clasificado hace unos meses por The Economist como la décima ciudad más cara del mundo. Ahora bien, el coste del talento israelí está aumentando también por otra razón: el fortalecimiento de la moneda israelí. Desde principios del 2019, el sheqel (la divisa nacional) se ha fortalecido en un 6% en comparación con el dólar estadounidense. Eso significa que, aunque la productividad de los empleados israelíes no ha mejorado en absoluto, su coste es mayor. La razón es que tanto las multinacionales como las compañías locales venden sus productos y servicios fuera de Israel en divisas extranjeras, pero sus gastos en Israel se pagan en sheqels. A largo plazo, se trata de una preocupación real que podría tener consecuencias en la competitividad del sector tecnológico israelí.
Israel fue pionero en hacer de la innovación y la tecnología un importante motor de crecimiento. Hay quien sostiene que “ése es el único modelo de negocio adecuado para Israel”. Sin embargo, este enfoque ya no es hoy tan innovador. Otros países lo han identificado y están invirtiendo dinero y esfuerzo en la construcción activa de sus propios sectores de start-ups e innovación. Israel sigue encabezando el gasto en I+D como porcentaje del PIB, pero otros países se están poniendo al día y están cerrando la brecha. Sin una planificación a largo plazo, será difícil mantener la posición.
Fuente: La Vanguardia