Los nuevos emprendedores buscan modelos de aprendizaje basados en la aplicación práctica y las experiencias reales.
Ramón Oliver, Madrid 11 MAY 2018
Casi todos los conocimientos que Cristóbal Colón atesoraba acerca de geografía, cartografía o cosmografía antes de partir hacia América los había adquirido y desarrollado de manera práctica a lo largo de una dilatada trayectoria como navegante que había iniciado a los 14 años. Puesto que sus orígenes humildes no le habían permitido recibir una extensa educación formal, la experiencia y el contacto con otros marinos y expertos de su época habían sido su mejor escuela. Y tal vez fue precisamente ese déficit de conocimientos teóricos su mejor aliado. Porque lo que ningún tratado o maestro podrían haberle enseñado jamás fueron la osadía, la tenacidad y el espíritu aventurero que permitieron al genovés descubrir nada menos que un nuevo mundo.
Salvando las distancias, los aventureros del siglo XXI, los emprendedores, se enfrentan a un dilema parecido al de Colón. ¿De verdad se puede aprender o enseñar a ser emprendedor? Luis Miguel Belda, redactor jefe de TodoStartups, piensa que las altas cifras de mortandad temprana de las empresas españolas indican que la formación específica para emprendedores es tan deficitaria como necesaria. “La crisis y el desempleo hicieron que muchas personas vieran en la creación empresarial una salida. Y algunas ni consideraron la posibilidad de formarse para ello. Pensaron que su idea era buena y que todo lo que tenían que hacer era venderla”.
Como respuesta a ese error de partida, en los últimos años desde escuelas de negocios, universidades, organismos públicos, aceleradoras, incubadoras, asociaciones y otras instancias han surgido multitud de programas formativos destinados a este colectivo. La oferta es amplísima y abarca desde másteres oficiales hasta charlas de 20 minutos. Con esta formación se intenta cubrir ciertas lagunas que con frecuencia tienen los nuevos empresarios cuando intentan sacar adelante sus proyectos. Captar financiación, acceso al mercado o mantener el foco en el negocio son para Pascual Parada, director del programa de Dirección de Empresas para Emprendedores de IEBS Business School, algunas de ellas. “Los emprendedores a veces parecen fábricas de ideas. Pero esto que, en principio, es positivo, si no se controla se puede volver en su contra. Hay que ayudarlos a mantener un foco claro en el negocio y a no despistarse en la ejecución. La ejecución es clave”, remarca.
Eso sí, la formación tradicional en aula basada en contenidos teóricos encaja mal con el espíritu de las start-ups. Un docente con perfil de investigador de laboratorio o ratón de biblioteca que jamás haya puesto un pie en una empresa “de verdad” no debe esperar a ser recibido con vítores en una clase de emprendimiento. “Los emprendedores buscan formadores que hayan pasado por lo que ellos van a pasar, que los ayuden a discernir entre lo que es importante y lo que no. Valoran de forma excepcional las vivencias reales contadas por sus profesores, tanto las que fueron positivas como las que no”, comenta Parada. Sí, también las malas experiencias aportan. Belda afirma que el mejor contexto para aprender es el error. “Un error más un error no suman dos errores. Probar el fracaso nos permite saber cuál o cuáles de entre los caminos posibles ya podemos descartar”.
La necesidad de ir al grano
Alejandro González, socio fundador de la plataforma de empleo Taalentfy, sostiene que la enseñanza ideal para un emprendedor es aquella que le permite “equivocarse pronto y rápido”. Este emprendedor apuesta por la metodología learning by doing (aprender haciendo). “Hoy no hay tiempo para aprenderse una teoría que luego vas a aplicar en un porcentaje mínimo a la práctica. El talento hay que ponerlo en valor lo antes posible, desarrollarlo sobre la marcha y a medida que se trabaja en ideas y proyectos reales”.
El contacto con otros emprendedores, a través de charlas, talleres, seminarios o sesiones de networking, es otra vía de aprendizaje que acredita buenos resultados. “Un emprendedor se enfrenta a situaciones que le son nuevas, y no es fácil saber qué camino tomar. Por eso es importante apoyarse en la experiencia y conocimiento de otros que ya lo han recorrido antes. Nada garantiza el éxito, pero aprender de otros compañeros aleja del fracaso”, argumenta Sofía Benjumea, directora de Campus Madrid, el laboratorio de emprendimiento que Google tiene en España. Las interacciones más valoradas son aquellas en las que los veteranos comparten con los que están empezando su experiencia en áreas muy específicas: “Cómo construir un MVP (producto mínimo viable), cómo captar los primeros 5.000 usuarios, cómo mejorar la experiencia de uso de tu producto… Así se genera una cultura de devolver a la comunidad parte de lo recibido y de contribuir a que la experiencia adquirida no se pierda”, dice Benjumea.
Ese sentido de colaboración y camaradería que se alimenta en foros, viveros o espacios de coworking es precisamente una de las grandes fortalezas de este entusiasta colectivo. Pero cuidado, alrededor de la burbuja del emprendimiento también pulula lo que Alejandro González denomina una “industria auxiliar” de dudoso valor para la causa. “Hay un montón de individuos que sin haber emprendido nunca se permiten el lujo de dar clases magistrales, sentar cátedra o hacer de coach o mentor. Estas personas confunden al emprendedor, le hacen perder una brutal cantidad de tiempo y pueden perjudicarle. Hay que saber detectar a estos personajes y huir de ellos lo antes posible”.
Mentores al rescate
El mentoring o mentorazgo se ha revelado como una de las vías más exitosas en el acompañamiento de nuevos proyectos. “Permite la transferencia ágil y eficaz de conocimientos entre empresarios, profesionales expertos y emprendedores. Facilitan el camino y afianzan el éxito de las iniciativas empresariales en sus primeras etapas de desarrollo”, resume Julio Rodríguez, director de la Red de Mentoring de España. Según esta institución, un mentor puede aportar a un emprendedor:
- Ideas para una mejor comprensión de los pros y contras de diferentes opciones en el momento de tomar decisiones.
- Ayuda para tener una mayor autoconciencia y autodisciplina.
- Contactos concretos que aceleren su proceso de aprendizaje y el desarrollo de su start-up.
- Transferencia de conocimientos específicos en necesidades concretas.
- Escucha activa y ayuda para crear diferentes escenarios en los que poner a prueba sus ideas y planes.
Fuente: El País